jueves, 9 de julio de 2015

Nombre de Guerra (8)

Puedo ver como Leo se aleja, y me quedo unos segundos admirando su ancha espalda...noto como me sudan las manos un poco temblorosas después de menuda vergüenza que acabo de pasar. Volteo a mi alrededor para darme cuenta que la gente actua como si nada hubiese pasado, al fondo de la tienda de celulares puedo ver al pequeño ladrón de lencería enfadado y con pucheros después de ser reprendido por su madre. Condenado chamaco. 
Mejor me voy a casa, ya descubrí que esto de los celulares no es para mi, pero en camino al estacionamiento noto una pequeña isla en la esquina de la entrada, tiene un dibujo en forma de celular asi que me acerco un poco para ver que es lo que venden, probablemente solo accesorios para celulares. Sorpresa, venden celulares.

  - Un celular por favor. - Le indico a la joven adolescente que atiende el pequeño negocio. 
  - ¿Alguno en especial? Tenemos el mas reciente modelo, super delgado, ligero, cámara de alta definición...- Dice entusiasmada.
  - Am... Solo tengo 97 dólares, con que me comunique es suficiente. - La interrumpo y corto su inspiración.
  - Tengo estos modelos disponibles para su presupuesto. - Saca tres aparatos y me los muestra sobre su minúsculo mostrador. 
   - ¿Cual escogerías tu? - Le cuestiono. Es una adolescente, lo mas probable es que este enterada de lo mejor en tecnologia a cualquier nivel. 
   - Um...- Observa los tres celulares y los toma uno por uno entre sus manos para examinarlos minuciosamente. Toma finalmente uno y me lo extiende. - Este.
   - Este sera. - Le pago y me entrega una cajita con mi equipo. Me da las indicaciones, mi numero nuevo y me da las gracias por mi compra.


Al salir al estacionamiento la nieve es mas densa que en los últimos 2 meses. Mi pobre carro no podría... Me tumbo sobre una banca a las afueras de la entrada y me arrepiento de haberme quedado sin dinero si quiera para el transporte. ¿Ahora como me voy a casa? Tendre que caminar...no quiero dejar mi auto aqui, no lo podre recoger hasta mañana. Mientras hago un poco de tiempo pensando en que diablos voy a hacer, saco mi brillante nuevo celular para prenderlo e ir aprendiendo a usarlo. No tiene nada de especial, me decepciono un poco pero al final eso es lo que queria ¿no?..
La nieve se aligera un poco y decido rapidamente irme así que corro hasta mi auto para ganarle tiempo al mal clima, pero cuando llego hasta el noto que no tengo las llaves...tanto el celular como las llaves las meti en la bolsita de lencería y debí olvidarlas en la banca. 
Corro nuevamente a la banca y nuevamente me encuentro al hombre que me avergonzo hacia unos minutos atras. Esta sentado en la misma banca que yo estuve, pero ahora me ve y sonríe al verme llegar. 

 - Vaya que eres descuidada Katrina... - Me dice sonriendo y me extiende la misma bolsa que deje olvidada.
 - Gracias. Parece que me estas siguiendo. - Le digo un poco molesta.
 - Claro. Te vengo siguiendo desde que te dirigiste a la salida. Que sea la misma salida hacia donde yo iba no tenia nada que ver. - Me dice en tono de burla y me arrepiento un poco de haber respondido de esa manera.
 - Gracias por cuidar de mi... uh...- Le señalo mi bolsita.
 - Tu ropa sensual y femenina. - Sonríe y yo solo abro los ojos como platos.
 - Tengo que irme. - Le digo mientras me doy la media vuelta.
 - ¡NOS VEMOS EN LIBELULA! - Me grita y siento una cubeta de agua fria. No volteo y corro hacia mi coche mas rapido que inmediatamente. Subo y cuando volteo a la banca, Leo ya no esta.

¡MALDICION, MALDICION, MALDICION! Esto debe ser una broma. Calmate Katrina, respira, cuenta hasta 10... Prendo el coche pero no quiere encender. Deje las luces encendidas y ahora no tengo bateria. 
Estoy tan enojada que comienzo a gritar a todo pulmón maldiciendo y golpear el volante con todas mis fuerzas. Cuando me canso y me descargo un poco apoyo la cabeza sobre el volante y respiro profundamente pero unos golpecitos en el cristal de mi ventana me sobresaltan. Tiene que ser broma. Es Leo. No se si bajar mi ventana o solo ignorarlo, pero sigue golpeando mi ventana y ahora se rie de mi. Bajo la ventanilla.

 - Te juro que no es mi intención, mi coche esta detrás del tuyo y no pude evitar ver como enloquecías dentro. ¿Algún problema?. - Siento como voy a explotar nuevamente. 
 - ¿QUIEN DEMONIOS ERES? ¿PORQUE ME SIGUES? -
 - ¡Calma! Ya te dije, mi coche esta atras del tuyo. Solo quiero ayudarte, pero si te molesto disculpame, voy a retirarme. - Su rostro cambio y se vio mas serio. 
 - ¡NO! Ayudame..mi coche no enciende, y tengo que entrar a trabajar en unas horas, necesito ir a casa aun a cambiarme de ropa...
 - Veamos...enciende el coche. - Me indica. Le obedezco pero es inutil. - Ok...abre el cofre por favor. - Me vuelve a indicar y le vuelvo a obedecer. 
 Camina hacia el frente y decido bajarme para ver en que puedo ayudar, que no es en nada pero noto que sus piernas son largas, sus jeans son mas ajustados de lo que deberian serlo... !ENFOCATE MUJER!
- Tu bateria esta dañada...observa aqui. - Me rodea los hombros con su mano derecha y me indica con la izquierda la bateria sulfatada y vieja. Solo siento como el corazon se me acelera un poco. - Tendras que cambiarla pronto.
 - Claro, mañana ire a comprar una nueva. - Le respondo con voz un poco temblorosa. El ultimo hombre que me abrazo fue mi padre.
 - Vamos, te llevare a casa. - Me dice mientras cierra el cofre de mi coche. - Dame tus llaves, yo mandare una de mis gruas y ordenare que te lo dejen en tu casa. - 
 - No, gracias. No lo conozco. - Le digo mientras doy un paso atras. 
 - ¿Temes que pueda hacerte algo malo? - Saca un pañuelo de su bolsillo de atras y se limpia la poca grasa que manchan sus enormes  y fuertes manos. - Soy un amor y un pan de Dios Katrina. -
 - Ya ha hecho mucho por mi el dia de hoy. -
 - No me hables de usted. Anda, dejame llevarte a casa. Prometo no hacerte daño. Dices que tienes que ir a tu trabajo ¿verdad? No quieres llegar tarde. 
 Miro el reloj y me doy cuenta que tiene razón.
 - Mierda, solo tengo hora y media para prepararme y llegar al trabajo. - Oh oh, pense en voz alta, esto de estar sola todo el tiempo no es bueno. 
 - ¿Lo ves? Anda. Si hubiera querido secuestrarte desde aquella banca te hubiese arrojado a la cajuela de mi auto. - El hombre tiene un punto. Pero no se que hacer. Tengo que llegar a tiempo al trabajo.
 - Esta bien. - Cedo y le entrego las llaves de mi coche al recién conocido Leo. 

Caminamos unos pasos hacia su coche y trato de esconder mi maravilla al ver su auto. Un Camaro blanco. Recuerdo sus palabras cuando me dijo que enviaria a una de sus gruas. Este hombre debe tener dinero. Me abre la puerta del copiloto y subo dentro del auto. Huele a nuevo. Algún dia tendre uno igual. Algún dia. En unos segundos Leo esta a mi lado y enciende la bestia. El sonido del motor me hace cerrar los ojos y suspirar.
Leo voltea a verme con expresion de duda. 
- ¿Que te pasa? - Me pregunta mientras pone en reversa el auto.
- Nada, tu auto suena de maravilla. Algún dia tendre uno como este. 
- ¿Te gustan los autos deportivos eh?
- Solo este. Es mi sueño tener uno. Es un sueño muy lejano, pero lo cumpliré. ¿A que te dedicas, Leo? - Le pregunto.
- Que directa es usted señorita. Mi abuelo empezó con un negocio de gruas, lo heredo mi padre y el a su vez puso otro negocio de estacionamientos por cobrar, mi madre puso unas lavanderias, y yo me dedico a manejar el negocio de gruas desde que falleció mi abuelo. Vivimos bastante comodos. Este auto es mi primera adquisición con mis ahorros. No suelo gastar demasiado, solo compro lo que necesito.
Mis padres siempre me enseñaron a ser precavido con el dinero. Nunca es bueno llamar la atención. 
¿Y tu a que te dedicas exactamente en Libelula? - La pregunta la siento como una navaja.
- Um...Soy la asistente de la administradora. - Le miento un poco. 
- ¿Y la asistente a veces lleva platos a los clientes? No tienes porque avergonzarte. Mi padre es buen amigo de Marty y en veces nos reunimos para negocios. Te he visto en varias ocasiones. Se como funciona el negocio y se perfectamente cual es tu rol en el restaurante. Solo eres mesera. Tranquila, yo no soy nadie para juzgarte si fuera de otra manera. 
- Aqui vuelta a la derecha por favor, al fondo veras un complejo de edificios, yo vivo en el segundo. - Le indico. - Si, soy mesera. Mi vida ha sido un poco complicada y no me quedo de otra, es mi mejor opción mientras termino de estudiar. 
- Muy bien. Me alegra que estudies. - Se detiene frente mi edificio. - Servida muchachita.- Bota el seguro de mi puerta. - Mañana encontraras aqui tu coche. 
- Muchísimas gracias por todo Leo. Sin su ayuda seguiria atascada en el estacionamiento. - Le extiendo la mano para darle las gracias, Leo la toma y la gira para besarla. 
- Fue un placer. Nos volveremos a ver. - Asegura. Bajo del auto y me doy la media vuelta para despedirme por ultima vez de el. Me guiña el ojo y me sonrie. Por fin se va.

Subo rapidamente las escaleras hasta llegar a mi piso y noto como tengo el corazón acelerado por no tener buena condición fisica. Entro al departamento y enciendo la cafetera para calentar cafe mientras me doy un duchazo rapido. Cierro los ojos y Leo aparece en mi mente, mi corazón se vuelve a acelerar.

NO KATRINA. NO.

miércoles, 22 de abril de 2015

Nombre de Guerra (7)

            - Katrina, es hora que te levantes. Vas a llegar tarde a clases.
-          - Ya voy má…solo cinco minutos más…
       - Cuales cinco minutos, ya es tarde! ¡LEVANTATE YA!

          Ruedo somnolienta hacia mi madre que me mira en la entrada de mi recamara con una taza de       café en las manos y caigo súbitamente de la cama.
Despierto de mi sueño y mi primer pensamiento es “mamá está muerta”. Levanto la cabeza y veo a Miranda acostada en el sillón de su oficina, yo me quede haciendo su papeleo y me quede dormida…vaya inicio de turno…ya son las 7 am… ya debería estar en clase… solo tengo una clase el dia de hoy y ya no alcanzo, Ishkra y Kiara seguramente  están haciendo su listado de preguntas de porque no fui.

No se si estaré haciendo lo correcto, o lo mas apropiado en esta situación. Probablemente debería renunciar e ir a McDonalds a trabajar de cajera por el 30% de salario que gano aquí en Libelula. Ok, no.

Me levanto del escritorio cuidadosamente para acomodar toda la papelería con la que estuve trabajando toda la noche y los pongo en la canasta de metal en la esquina de la mesa de trabajo, le escribo una nota a Miranda y la pego sobre los papeles para no despertarla, aunque este dormida puedo ver su cansancio. Me cuelgo mi mochila sobre mi hombro derecho y trato de escurrirme entre la pared y el escritorio pero la torpe de mi mochila tira la canasta con toda la papelería y despierta a Miranda.

-          Miranda, lo siento…ya me iba y sin querer… 
-          No te preocupes chiquilla…¿que hora es?. -
-          7:05 – Le digo mirando mi reloj de mano. – ¿Necesitas algo mas? Termine con los papeles… 
-          Estas loca. Ve a dormir, y duerme bien. La primera semana en el turno nocturno es una tortura para tu organismo. Prepárate para perder o subir unos kilos, que subirlos no te caería mal, estas mucho más delgada. 
-          Estoy bien… entonces me voy a casa. Nos vemos en la tarde…ah los papeles… 
-          Descansa. – Se levanta, mira los papeles en el piso y suspira. – Le llamare a alguien que me ayude a limpiar esto. – Sonríe y sale conmigo al pasillo.

Al salir al estacionamiento veo que cayo nieve toda la noche y mi auto está completamente cubierto, así que regreso por un limpia parabrisas y sal para derretir la nieve, entro al local nuevamente y Miranda esta hablando con una de las chicas del turno nocturno y su cara además de cansancio refleja otra cosa. 

-          Miranda, anoche nevó y... 
-          Si. - interrumpe y le  hace una seña al guardia que entra a a la bodega rápidamente. -  Kat… Pork noto tu ausencia ayer por la tarde… Claire dice que estuvo casi toda la noche aquí. – 
Esto ya no me gusta para nada.  ¿Qué rayos quiere ese malnacido? 

-          No debi decírtelo, vete a descansar. No te preocupes. Nosotros nos encargamos de eso. – Sonrie escondiendo su preocupación, saca el celular del bolsillo de su short y puedo ver como se aleja en el pasillo haciendo una llamada. 

Me quedo parada con los ojos abiertos como platos en pánico. Tranquila Katrina. En esta vida todo tiene solución, menos la muerte. Salgo al estacionamiento nuevamente y el guardia esta terminando con mi auto, es un hombre de unos cuarenta y tantos, no se su nombre, solo lo conozco de vista y nos limitamos a sonreírnos y decirnos buenos días y buenas tardes. Ahora las Gracias serán parte del nuevo vocabulario.

Llego a mi departamento y encuentro la contestadora con un mensaje. Le pico al Play:
“Kat, soy Ishkra… ¿Por qué no fuiste hoy? Bueno…luego me cuentas…veras hubo un incidente en uno de los laboratorios del edificio y se incendió la mitad de las aulas…el punto es que suspendieron las clase hasta nuevo aviso…”

Hace una pausa, estornuda y se dice Salud a ella misma.

 “…todos estamos bien, pero el profesor Carl…nos preguntó por ti…llámame en cuanto escuches este mensaje, cuando menos da señales de vida por favor. Kiara está bien también, adiós.”

Una cereza más al pastel, no puedo evitarlo y empiezo a hiperventilar.
Maldito cerdo desgraciado hijo de puta. Este malnacido ya me tiene en la mira. A ver Katrina, tienes un día libre. Intento calmarme, estoy en mi espacio donde nadie me puede encontrar. Lo mejor que puedo hacer es encender la cafetera y llenar la tina con agua muy caliente para relajarme con mi café y un cigarro. Paso mi día tranquila y bloqueando mis propios pensamientos. Abro mi laptop y escojo varias películas para verlas durante el día y mantener mi cabeza ocupada hasta que regrese al trabajo.
No tengo celular. Debería comprar  un celular. No soy una mujer que va de compras con sus amigas para probarse vestidos y preguntarles qué tipo de zapatos les va mejor. Pero si en algo tienen razón mis amigas es que no tengo manera de comunicarme con ellas, para emergencias obviamente. Me asomo por la ventana y noto que la nieve es más ligera, hay un centro comercial a cinco minutos de mi departamento…¿Cuánto cuesta un celular? Tengo un poco de dinero ahorrado, asi que tomare cien dólares, con eso debe alcanzarme para algo decente…o eso espero.  Solo quiero estar más en contacto con mis amigas. Después de todo lo que me ayudan es lo mínimo que puedo hacer por ellas.
Como soy una mujer muy ahorradora me pongo la misma playera del uniforme de trabajo para evitar ensuciar otra blusa limpia, unos jeans y una chamarra que me regalo mi mama en alguna navidad. Mama siempre pensaba en el clima y esta chamarra en color turquesa tenia tela abrigadora por dentro y aislante por fuera. Es ligera y caliente. Perfecta y mi favorita.
Tenía muchísimo tiempo que no venía al centro comercial, la gente es demasiado feliz y positiva aquí. Enfocate Katrina…solo vienes por un celular… uh…esos boxers de encaje negro son lindos…. Wow. Soy una mujer después de todo, creo que es instinto. Anda Katrina, ¿Cuándo fue la ultima vez que te compraste algo para ti? Algo lindo y femenino. No puedo ni siquiera recordarlo.  Entro a la tienda de lencería y siento el rostro rojo de vergüenza, pero solo hay mujeres como yo dentro de la tienda. Respiro. Boxers Kat. 

-          Uh, disculpe quiero saber qué precio tienen los bóxer negros. – Le señalo a la señorita con el dedo. 
-          Todas quieren esos en especial este día. Los tenemos en rebaja. De 10 dólares  a tres. – La empleada luce cansada. 
-          Oh, genial. Me los llevo. Talla mediana por favor. – Solo tres dólares menos para mi celular. 

La mujer se agacha y abre un cajón lleno de los mismos bóxer del aparador. Escoge unos, los envuelve en papel china y los mete en una bolsita morada de cartón. Le pago y salgo de la tienda. Ahora mi celular.
Me paro enfrente de la tienda y busco donde puedo comprar mi celular, y cuando encuentro el local voy hacia él decidida. Me siento bien. Me siento femenina por haberme comprado calzones. En la tienda de celulares hay muchos aparadores con cientos de aparatos dentro y me siento abrumada. Entre la gente dentro hay una señora con un niño de unos 3 años corriendo y gritando por todo el lugar, de solo verlo me siento un poco irritada. La mujer exhausta solo trata de calmar al niño con palabras y parece que estas se estrellan contra todo menos los oídos del pequeño.  Uno de los trabajadores llama a la mujer y esta no sabe qué hacer, si atenderlo a él o al niño, toma al niño de la mano y lo jala hacia ella y este comienza a llorar haciendo a la tienda entera voltear hacia ella. 

Me acerco a los mostradores para ver mis opciones basadas en mi presupuesto de 97 dólares para un celular mientras escucho al pequeño atrás de mi llorar por su libertad. 

-¡NO! – Grita la madre que me hace reaccionar y voltear a verla.

El pequeño se le había escapado y ahora venía corriendo hacia mi a toda velocidad, yo solo me preparo para recibir el impacto. Pero solo paso a mi lado y me arranco mi bolsita morada de las manos rompiendo los cordones y haciendo volar mi compra. Genial. Ahora todos saben que compre lencería sensual.
Veo lentamente como caen suavemente, prácticamente pareciera que un angel juega con ellos entre el papel china y siento inmediatamente como me sube la sangre a la cabeza. Cuando caen finalmente al suelo me agacho rápidamente para recogerlos pero el niño es mas audaz que yo, me los arrebata nuevamente y corre al final de la tienda seguido por su histérica madre y veo como se estrella en las piernas de un hombre, probablemente su padre.
 Ya. Es todo. Me largo. Es por estas cosas que nunca vengo al centro comercial. Se que nadie me está prestando atención a mí, pero puedo sentir una que otra mirada puesta en mí. Me doy la media vuelta y salgo disparada de la tienda hacia el estacionamiento  cuando de repente siento que una mano me toma del brazo y me hace voltear. 

-          Creo que esto es suyo señorita. – Me dice un hombre extendiéndome una bolita de encaje negro. 
-          No…digo…si…gracias. – Se lo arrebato rápidamente de las manos sin voltearlo a ver a la cara. Puedo observar un tatuaje en forma de llama que se asoma por la manga de su camisa y un anillo plateado con flamas grabadas en el dedo índice. 
-          No se avergüence. Todos usamos ropa interior. – Me dice en tono de burla y yo sigo sin verlo a la cara. 
-          Creo que si…gracias. – Me doy la vuelta y camino apenada. 
-          Leo. – Dice bruscamente. Quiero seguir caminando pero no se a que se refiere y mi curiosidad me mata. 
-          ¿Disculpa?.- Le pregunto y me animo a voltear a verlo bien. Oh Dios.  
-          Mi nombre es Leonardo. Puedes decirme Leo. – Responde. No suelo ir observando hombres por la vida, pero sin duda Leo es la clase de hombre que  muchas voltean a ver. - ¿Y usted como se llama? O debo llamarla señorita boxer de encaje negro. 
-          No por favor. – Me quedo atónita ante su porte. – Kat…Katrina. – Entonces es cuando decido estudiarlo.

Leonardo, no más de 30 años. Alto y grande. Bien podría disfrazarse de vikingo en Halloween y le quedaría perfecto. Tiene el cabello mas largo y bonito que yo, le llega al abdomen con sus ondas perfectas, le enmarca su masculino rostro con ojos cafes, nariz perfectamente afilada y labios ligeramente rellenos que me sonríen como comercial de pasta de dientes. Claro, sus dentadura es perfecta. Esta ultima enmarcada por una barba crecida de minimo una semana.
Claramente es un hombre saludable, tiene musculos pero no son lo suficientemente grandes para llegar a lo exagerado, obviamente debajo de esa camisa negra fajada en sus jeans me imagino un abdomen de piedra. Wow…soy mujer después de todo.


-Katrina…nos volveremos a ver. – Sonrie y me guiña un ojo y se va.



Yo solo me quedo parada viendo como se aleja su perfecto ser.



lunes, 30 de marzo de 2015

Nombre de Guerra (6)

Me quedo congelada al ver que uno de los clientes frecuentes de Libelula es ahora mi profesor…probablemente tengo que verlo todos los días…

Me apresuro a sentarme escogiendo un lugar al fondo del salón de clases, Ishkra y Kiara me miran desde el frente con un signo de interrogación dibujado en el rostro y mirándose una a la otra. Siempre me siento al frente debido a que no puedo ver muy bien y siempre olvido mis lentes.

La clase termina por fin y yo ni siquiera pude voltear a ver al profesor a la cara. Carl, ese es su nombre real. Me apure a meter todo en mi vieja mochila pero al levantar la mirada para abrir la puerta y me encuentro con los ojos de Carl y una sonrisa asquerosa que no soporto.
-          Buenos días señorita… ¿Cuál es su nombre? – Pregunta extendiendo su mano.
-          Ah..Katrina, señor.- Conteste y dude en devolverle el saludo, pero negárselo solo levantaría sospechas con mis compañeros. Sera mejor hacerme la loca.
-          Katrina…Espero esta noche y no se desvele para que pueda llegar temprano el dia de mañana. – Este maldito claro que me reconoció de una noche anterior.
-          No volverá a suceder señor.
-          Eso espero, que tenga una excelente jornada laboral. – Me dice mientras rie burlonamente y se aleja. Ishkra y Kiara se acercaron pero alcanzaron a escuchar aun lo de la jornada laboral.
-          ¿Qué quiso decir con eso? – Pregunta Kiara con sus enormes ojos café taladrándome la cabeza. 
-          Um…no lo sé…este profesor parece ser muy bromista. – Evado su pregunta.
-          Pues puede que sea muy bromista, pero huele horrible. Tenemos que obsequiarle un set de baño en navidad. – Dice Ishkra mientras frunce la cara en señal de asco. 
-          Muero de hambre… ¿quieren ir a desayunar algo? – Pregunta Kiara. 
-          Si, a ver si ahora si nos acompañas Katrina, siempre nos dejas solas. – Me reclama Ishkra diciéndome la pura verdad. 
-          Está bien, vamos… Tu invitas ¿verdad Kiara? – Le digo mientras sonrio.
-          Claro, si no ¿para que las invit0? . 

         Abordamos el auto de Kiara, un Camaro de lujo en color negro. El auto de mis sueños, tan lejano y cercano. Sus padres se lo obsequiaron cuando salio de la preparatoria con mención honorifica, y Kiara siempre se quejaba de que no era el que ella quería, Kiara soñaba con un mini couper y en cambio sus padres le regalaron una bestia de potencia. Pobre niña rica…algún dia tendré uno para mi solita.
Llegamos al desayunador a unas cuadras de la facultad y nos sentamos para pedir nuestros respectivos desayunos, Ishkra una malteada de chocolate, un plato de fruta y unos huevos con tocino. La malteada de Kiara es de fresa, también fruta y un omelette de queso y jamón. Para mí me pido una malteada, fruta y huevos revueltos con salsa de tomate. 

-          ¿Qué te sucedió ahora Kat? Nunca pides malteada de chocolate en el desayuno a menos que hayas tenido un mal día. – Los gigantes ojos de Kiara se abren nuevamente para interrogarme. 
-          Solo tuve una mala noche, casi no pude dormir y pues necesito azúcar para despertar un poco más. – Le miento y tomo un pedazo de pan tostado al centro de la mesa. 
-          Te voy a regalar una cajita de té que toma mi papa cuando no puede dormir. Son una maravilla. – Dice Ishkra alegremente mientras recibe su malteada para darle un gran sorbo y sonríe satisfecha. 

Ishkra y Kiara conversan y ríen al ver pasar un apuesto muchacho y sonreírle a Ishkra. Dios, parecen adolescentes de 12 años en veces, pero así las quiero, son las únicas amigas verdaderas que tengo y me han ayudado muchísimo; aun así me siento culpable de nunca haberles contado cual es mi manera de vivir, me avergüenza demasiado, pero prometo algún día contarles. Me concentro en mi desayuno mientras ellas siguen con su picara platica hasta que es hora de regresar a la facultad a clases.

Al bajar del humilde auto de Kiara veo al profesor Carl parado frente al edificio hablando por teléfono, así que decido inventar un pretexto para regresar al auto unos minutos más. 

-          Ah… Kiara, creo que mi calculadora quedo en tu auto.  – Le excuso. – Préstame las llaves para ir a buscarla.
-       -      Claro, pero ¿para qué demonios sacaste la calculadora en el auto Kat? Tu si que eres rara… - Me extiende las llaves colgando de su pequeña torre Eiffel de  sus vacaciones en Paris. – No te vayas a robar mi auto eh, se cuanto lo amas. – bromea.
-          Cariño, cuando eso suceda, tu misma me estarás entregando los papeles a mi nombre. - bromeo mientras tomo las llaves y miro de reojo al profesor Carl, pero este logra verme. Corro hacia el auto de Kiara y abro la puerta para sumergirme entre los asientos de piel y hacer tiempo unos minutos. Cuando creo que paso tiempo suficiente me levanto y cierro la puerta, al dar la media vuelta esta Carl a mi lado.

-         -         Señorita Katrina, lindo auto. – Dice mientras sonríe.- No sabía que le iba tan bien en Libelula.   
       -       No es mio, es de mi compañera. Y no sé qué es Libelula. – Miento. 
      -          No te hagas la inocente, que pude reconocer tu trasero cuando estabas buscando sabra Dios que cosa dentro de ese auto. –  Se chupa los dientes y sonríe. – Definitivamente las medias y el short plomo te van mucho mejor que esos viejos jeans. 

    Me quedo helada ante su desfachatez y descaro. No sé qué hacer. No sé si seguir fingiendo demencia o de plano aceptarlo. Probablemente si finjo demencia me ira a buscar al restaurant, y ahí si me tendrá en sus manos, así que decido enfrentarlo. 

     -          Profesor, esa es parte de mi vida personal, y creo que usted no tiene por qué faltarme al respeto. Además, cada quien se gana la vida como se le pega la gana. La próxima vez que decida hacerme este tipo de comentarios no respondo.  
     -          Calma pequeña, tienes carácter. Mis propinas para ti serán más grandes. Te veo mañana temprano. Recuerda, no llegues tarde.   
    

        Quedo temblando de rabia mientras veo como camina tambaleándose por su gran tamaño. Suspiro y camino al edificio pero me encuentro con Ishkra y Kiara con los ojos abiertos como platos. Mierda, ya sé a dónde van este par con sus preguntas. 

           -          ¿Cómo para que demonios se acerco el profesor contigo Kat? Te escaneo el trasero completito cuando te agachaste en el auto. – Dice Ishkra. 
                -          Solo quería advertirme que no llegara tarde mañana. – Le digo mientras sigo mi camino y no me detengo.  
         -          Espera! Pero…eso ya te lo había dicho al salir de la clase… no entiendo! ¿Te está molestando? Sabes…mi papa conoce muy bien al director de la universidad y puedo decirle que te ayude con eso. – Dice Kiara moviendo sus influencias.   
            -          Tranquila Kiara, solo me advirtió que no llegara tarde nuevamente. Vamos a entrar, está comenzando a nevar y me congelo. –

Las clases transcurren y yo solo tengo en la cabeza la asquerosa sonrisa de Carl. En una ciudad enorme como esta y me lo tengo que topar en la facultad, como mi profesor… Cuando volteo a ver mi reloj, ya es hora de salir disparada y meterme en mis medias de red y pequeños shorts. Vuelvo a mirar bien el reloj… tengo un par de horas para ir a casa y relajarme un rato…


Para mejorar la situación, mi auto no quiere encender. Tengo que abrir la cajuela para darle unos golpecillos a la batería, y enciende como si nada le sucediera. De camino a casa se me revuelve el estómago de solo pensar que puedo volver a ver al profesor en mi trabajo… ¿Qué tal si le sugiero a Marty el uso de antifaces?... No es tan mala idea…
Llego a casa y la nieve está peor que nunca, esto parece tormenta. El trabajo está del otro lado de la ciudad y mi pobre abrelatas no tolera el frio demasiado, espero que en la próxima hora mejore un poco el clima. Tengo que correr para entrar al edificio y subo las escaleras corriendo para calentarme un poco, afortunadamente mi departamento es tibio y no necesito encender la calefacción…pero un café siempre cae muy bien así que enciendo la cafetera y me pongo mis pijamas aunque sea una hora, sirvo mi calientita taza de café y me hundo en mi sofá cama para ver un poco de televisión, buscar alguna película y desconectarme de mi vida. Una hora después mi café se enfrió, y yo despierto al sonido de mi alarma…me quede dormida. Tomo un cambio de ropa interior limpia y abro la regadera para que comience a salir agua caliente, cuando el baño este lleno de vapor es momento de entrar a bañarme, el agua esta tan caliente que un poco más y quema, pero más fría y me congelo así que prefiero aguantar. ¿Que habré hecho en mi vida pasada para que esto me pase a mí solamente? Perdí a mis padres, me echaron a patadas del hogar donde crecí dejando atrás mis hermosos recuerdos de la infancia, me quede en la ruina económicamente por lo que caí en un trabajo del cual me avergüenzo y para colmo uno de mis profesores es cliente frecuente…Solo espero poder terminar pronto la universidad e irme muy lejos para empezar nuevamente.


Oh si…los antifaces, debo reunir a las chicas para proponerlo a mi Marty. Probablemente sea mejor solo cambiar de turno… Eso quiere decir irme al turno nocturno, donde las chicas ya dan otro tipo de servicios por su propia voluntad…No lo sé, me siento aterrada…quizá debo platicarlo con Miranda. 


Entro Libélula y busco a Mirada para contarle mi situación. La veo en la cocina bebiendo una cerveza y revisando su celular recargada en la pared.

-          Miranda, necesito hablar contigo… puede que este en un problema y no se que hacer.- La interrumpo y voltea a verme con la mirada asustada. 
-          ¿Estas bien? Nunca te había visto tan preocupada. 
-          Si, lo que pasa es que uno de los clientes…
-          ¿Se propaso contigo? – Cierra de golpe su celular tomándose personal el asunto. 
-          No…aun… es uno de mis profesores de la facultad, anoche estuvo aquí y hoy en la mañana me reconoció en clase, me dejo muy en claro que me vio trabajando aquí entre otras intenciones. Quiero cambiar de turno. 
-          ¿Quieres ir al turno nocturno?  Tu sabes que es lo que sucede en ese turno, claro… si tu no estas dispuesta…no haces nada. Nosotros no tenemos nada que ver con el servicio que prestan las muchachas.
-          Creo que es la mejor opción, pero me preocupa que los clientes piensen que yo estoy en la misma sintonía… - Meto las manos a los bolsillos traseros de mis shorts. 
-          Mira niña…te voy a decir la realidad. Nosotros estamos conscientes de que algunas meseras se prestan como prostitutas al terminar su turno. Al final del día, muchos clientes creen que nosotros estamos detrás de esto. Lo único que nosotros podemos hacer es protegerte, te descontamos un porcentaje de tu sueldo a cambio de un seguro que te proteja por 8 horas después de que tu turno haya terminado, en caso de que quieras ser parte del negocio. 
-          No. Yo solo quiero cambiar turno. No quiero ser una prostituta. 
-          Claro. No eres la única. ¿Has notado que algunas chicas llevan un fino brazalete en color plata? Los clientes saben que ese brazalete es para identificar a las que están dispuestas a prestar ese “servicio”. Si tu no lo llevas, no te preocupes, no te lo van a insinuar.  Debo advertirte, el ambiente nocturno es mucho mas pesado y denso que el vespertino. 
-          Entiendo perfectamente. Necesito empezar ya.   
-          Esta bien, esta bien. No te desesperes… pero una pregunta…¿Quién es ese cliente profesor tuyo? 
-          Su nombre es Carl, un hombre obeso, calvo y maloliente…
-          Carl Pork… Tomaste la mejor decisión, ese hombre nunca ha tocado a las chicas, pero siempre las molesta con sus sucias palabras, desgraciadamente no podemos hecharlo ya que no se ha “sobrepasado” con ninguna de ustedes. Tranquila, puedes empezar hoy mismo. Mientras tengo  un papeleo que hacer, ¿que te parece si me auxilias con eso? Te lo cuento como horas extras. 
-          Miranda, te estas ganando el cielo… - Le digo agradecida. 
-          Te queremos Kat, sabemos lo que estas luchando para salir adelante. Solo queremos ayudarte.


Pasa a mi oficina, en unos minutos te veo para darte el trabajo. Le avisare a Linda de tu nuevo turno. 

jueves, 26 de febrero de 2015

Nombre de Guerra (5)

Linda abandona el pasillo mientras llama por su celular y yo, pues más nerviosa que un chihuahua en medio de la calle. Miranda me sonríe y me conduce hasta la cocina, me presenta con los únicos dos cocineros que hay y después reúne al resto de las chicas meseras. 

-          Muy bien señoritas, a partir de hoy tienen a una nueva compañera. Ella es Katrina. Estará con nosotros en el turno vespertino, yo la entrenare durante la primera semana, pero el resto del mes de prueba quiero que la traten como lo que somos, una familia. –

Pude notar algunas sonrisas sinceras y otras no tan sinceras, pero creo que me ira bien. Miranda me enseña como tomar la charola, levantar pedidos, entregar platillos y bebidas a los clientes.


En pocos días el trabajo me resulta lo más familiar y me empiezo a desenvolver con muchísima naturalidad.

 Así paso los próximos 5 años, trabajando como mesera, levantando pedidos, entregando bebidas y llevando las cuentas a los hombres en corbata que me dejaban hasta 50 dólares de propina, al principio sentía que no merecía ese dinero, me lo ganaba demasiado fácil, pero cada noche que me tenía que vendar las muñecas del dolor de cargar pesadas charolas, olvidaba esa culpa.
Cinco años después seguía metida en ese lugar, pero esta vez no era la inocente mesera que comenzó. De haber sabido a donde me llevaría un chantaje, hubiera preferido morir de hambre en el frío.

Un lunes me prepare como de costumbre para mi trabajo, esta vez ya con mis 21 años, viviendo sola, ya era dueña de mi viejo automóvil que me transportaba por toda la ciudad y estudiando mi carrera profesional comenzando el cuarto semestre.
Como de costumbre arroje mi mochila en la parte baja del compartimiento y tome el uniforme que estaba cuidadosamente doblado y planchado en uno de los niveles junto con mis sensuales medias de red, y el nuevo par de botas de cuero que nos habían comprado a cada empleada.
Cada una de nosotras tenía un par de botas distinto, que según el señor Marty, describía nuestra personalidad, estaba la chica con las botas vaqueras, la chica con las botas lindas y femeninas, y las mías eran negras con unas finas cadenitas colgando a los costados. El señor Marty decía que siempre me imaginaba conduciendo una Harley.
Entro al baño para darme una ducha caliente aprovechando que la de mi departamento dejo de funcionar, me pongo mi uniforme de mesera y al salir del cuarto de baño cepillo mi cabello frente al espejo de la pared, ya han pasado dos años desde mi último corte así que el largo de mi cabello llega por debajo de mis pechos, cada vez es más difícil controlarlo. En la cocina del Libelula están los mismos cocineros que me presentaron hace 5 años, John y Jesus, quienes nunca me di la oportunidad de  conocer más allá de una relación laboral. Los saludo y tomo mi charola para comenzar a tomar órdenes. Para ser inicio de semana, las mesas están casi llenas así que solo espero que mi cartera salga igual de llena en propinas.
Al cabo de una hora ya he metido cinco órdenes a la cocina, hamburguesas, alitas de pollo y sándwiches son los preferidos de los hombres de negocios, obviamente todos acompañados de su gigantesca orden de papas fritas y sus tarros de cerveza.


-          Hamburguesa de sirloin con tocino, papas a la francesa grande con queso y un tarro de cerveza oscura. – Confirmo la orden al llevarla al gigantesco hombre acompañado por otro que bien parecería su clon en tamaño.
-          Así es princesa, tu bien sabes que nos gusta a los hombres. – Su voz es tan repulsiva como su apariencia. Al menos 150 kilos, y bañado en su propio sudor que le da un aroma que no puede ir mejor con su apariencia. 
-          Si necesita cualquier otra cosa, solo llámenos a mi o alguna de mis compañeras. – Respondo seriamente. No es el primer ni último hombre que me hable así, pero siempre y cuando no me toque, no me molesta. 
-          Claro que nos volveremos a ver muñequita. – Se lleva una papa a la boca y se ríe al unísono con su compañero.

Regreso a la cocina y me aborda rápidamente Kristen, una compañera.  

-          Hoy te toco la mala suerte de recibir a Pork. – No necesito siquiera preguntar a quien se refiere con ese sobrenombre. 
-          Que original Kristen. – Le digo burlándome de ella. Ella descubre mi burla y se ríe.
-          Es asqueroso. De los pocos clientes que quisiera que se sobrepasara para que nunca jamás volviese a entrar aquí. – Arruga la nariz mientras observa al cliente por la ventanilla de la puerta en la cocina. 
-          Pues sí, efectivamente no es el hombre más agradable que ha estado aquí, pero poco podemos hacer al respecto, solo podemos esperar a que se atragante con su comida y nos deje una buena propina.
-          Es que ni siquiera eso vale la pena de él, tu sabes Kat, - Hace una pausa mientras se sujeta su pelirroja cabellera en una cola de caballo mientras sostiene su charola con los muslos y continua.- Tu sabes que hay clientes que toleramos porque sabemos que sus propinas son generosas, pero él… ni siquiera eso. Su propina más alta ha sido de 3 dólares. 
-          Relájate Kristen, es parte del trabajo. – Lo miro desde la ventana y puedo ver cómo me busca con la mirada hasta que me encuentra, me hace una seña de que quiere la cuenta. – Mira, ya está pidiendo la cuenta, veamos cuanto nos deja el día de hoy, ¿Tu que dices? ¿Sera mayor a 3 dólares? – Apuesto con Kristen. 
-         Yo opino que no. Así que tú vas a que sí. – Me dice mientras salgo con el enorme comensal.

Paso a la caja por su tiquet de consumo, y sus mentitas para el  mal aliento, decido ponerle el doble porque definitivamente lo necesitara. 

-          Aquí tiene su cuenta señor. – Le extiendo el tiquet en la charolita negra con sus dulcecitos. – ¿Desea pagar en efectivo o desea que le traiga la terminal para pago con tarjeta? 
-          Mmmmm… 50 dolares, creo que traigo la cantidad exacta, chiquita. – Llamame asi una vez más y le reviento la charola en la cabeza.  Sonrío hipócritamente. Me regresa la charola con 51 dólares. Le deseo buen dia y entro a la cocina con el pago para mostrárselo a Kristen. 
-          Te lo dije. 3 dolares ha sido demasiado para el. 
-          Te debo un café Kris, mañana que pase a Starbucks te lo traigo. 
-          Siempre es un placer hacer negocios contigo.- Me dice sonriente.


Al terminar el turno estoy muerta de cansancio, limpiamos las mesas y recogemos las sillas rápidamente para poder escaparme a casa aunque sea unos minutos antes. Llego a mi departamento y aviento todo el uniforme al suelo, me pongo mi pijama de lana y caigo dormida en los siguientes dos minutos, hasta que mi despertador suena a las 5:30 de la mañana. Maldita sea, dormí dos segundos, o eso siento. 
Cuando saco la mano de las cobijas noto que el clima esta demasiado frio y muevo la cortina para ver hacia afuera pero no puedo ver nada. El cristal esta cubierto por hielo. Genial. Me voy a tener que poner las medias del trabajo debajo de los jeans otra vez. La ultima vez que lo hice Ishkra y Kira las pudieron notar cuando me agache a recoger mi celular, no soporte el interrogatorio de que estaba haciendo con unas medias de red, pero no quedaron convencidas con el pretexto de que las había comprado por un dólar en un mercado local. Esta vez tendre mas cuidado si no quiero que las agentes me interroguen nuevamente.
Me visto como de costumbre y me dirijo a la facultad pero a medio camino mi auto decide olvidarse como funcionar dejándome varada por diez minutos. Cuando por fin se decidio a funcionar nuevamente, ya es tarde para mi primera clase, odio llegar tarde y esa sensación de los ojos que me miran juzgándome por interrumpir la clase. Pero esta vez los ojos que me mirarían detrás poco me importarían.
Entro corriendo al edificio y subo las escaleras aprisa hasta el tercer piso, y me apresuro para ir al aula al final del pasillo. Respiro antes de entrar al salón y me acomodo el cabello alborotado por la corredera.
-          Buenos días, ¿Puedo pasar? – Digo mientras miro hacia mi mochila que me acabo de quitar de la espalda. 
-          Adelante señorita. – La voz me resulta conocida. Levanto la mirada y me quedo helada e inmóvil al ver la misma sonrisa repugnante que la noche anterior. Es Pork.